Viajes

 El viajar es un placer…. Ya lo decía sabiamente una famosa canción.

Viajar es otra de mis pasiones, que me enriquece cada vez que puedo realizarlo. Escaparme a una cultura totalmente distinta y perderme por sus calles, sus aromas, sus lugares y ser uno mas de ellos. Ver como viven su día a día, sus tradiciones, comida, cultura y su forma de ver la vida.

Cada viaje aprendo un poco mas sobre mi, me descubro en él y extiendo mis límites y fronteras que a veces parecen lejanas. No existen barreras, ni las idiomáticas, porque cuando se quiere, se puede.

Nunca es tarde para comenzar a explorar otros horizontes, ya sea acompañados o solos.

Aventurate a vivir esta experiencia única que te cambiará la vida.

En mi instagram y canal de youtube, tengo fotos y vídeos de algunos lugares que he recorrido.

Entra a disfrutarlos!!!

En mis planes cuando soñaba con este viaje siempre estaba presente el monte Sinaí, poder subir a ese lugar tan emblemático y significativo tanto históricamente como religiosamente, era un punto indudable que visitaría.

El lugar santo donde ardía una zarza y no se consumía, hecho que llamó la atención de Moisés, por lo cual subió al monte y allí Dios le entregó las tablas de la ley, o los llamados diez mandamientos.

El monte Sinaí o también denominado monte Horeb es una montaña situada al sur de la península del Sinaí, al nordeste de Egipto, entre África y Asia. Tiene una altura de 2.285 metros y a pesar de lo que se piensa popularmente, no es la máxima elevación, ni de la península del Sinaí ni de Egipto, ya que este honor lo ostenta el monte Catalina de 2642 metros, situado cerca del Monte Sinaí.

Desde la época de Santa Helena, el monte Sinaí ha sido identificado con Jabal Musa, o Gebel Musa, nombre árabe que significa monte de Moisés, nombre que comparte con otros montes como el monte Musa, en las proximidades de Ceuta.

La elección con mis compañeras de viaje y asesorados por nuestro guía egipcio,  fue subir por la madrugada, parecía una escena de película romántica.

Subir el monte iluminada con la luz del cielo estrellado,una pequeña linternita de mano y por supuesto infaltable, una botella de agua.

Pasada la media noche comenzó la travesía, una larga caminata rumbo a la cumbre del monte, el trayecto dura aproximadamente unas 3 horas, dependiendo del estado físico de cada uno.

Existe la opción de subir algunos tramos en camello en cualquier parte del viaje, ( la experiencia de montar en camello es para otro post),  pero la llegada a la cumbre es si o si a pie. Ya que consta de aproximadamente unos 700 escalones de roca de distintos tamaños y dimensiones,.

En el camino se encuentran dos puestos de beduinos donde podemos sentarnos y beber un rico café o té, para recuperar energías y continuar con nuestro trayecto.

Poco se puede ver mientras lo recorremos debido a la escasa luz y creo en mi opinión que es lo mejor que nos puede pasar, debido al camino que estamos recorriendo, (ya que si sos un poco temeroso a las alturas, sino fuera de noche dudo que lo harías, jajaj), y también para maravillarnos con la llegada a la cima.

Ver la espectacular vista, y tener la satisfacción de haber llegado y pisar ese lugar santo, no tiene precio ni comparación con el cansancio físico durante la caminata nocturna.

El cansancio se hace notar cuando llegamos al pie de los 700 escalones, pero la adrenalina, la alegría de saber que estamos a pasos de llegar a la cumbre y observar todo desde las alturas te dan la fuerza necesaria para tomar coraje, llenarse de aire y comenzar a subir escalon tras escalon. Las piernas te tiemblan, la respiración se acelera, la sequedad de la garganta se hace notar, pero nada importa, porque estamos próximos a vislumbrar una de las maravillas que vinimos a buscar.

Al fin llegamos, nos sentamos unos minutos para recuperar el aire.

Nos sentimos felices de estar ahí, no sabemos para donde mirar de tantos lugares y vistas hermosas.

Me siento en el silencio, con su particular sonido, a observar cómo a lo lejos comienza el alba, los rayos del sol saliendo en este mágico lugar y agradezco la posibilidad de poder vivirlo, experimentarlo a más de 2.200 metros de altura.

Observando a los cuatro puntos cardinales, tratando de guardar en mi memoria y en mis retinas las imágenes, olores y texturas de esta magnifico lugar. Porque lo que podemos apreciar con todos los sentidos, nadie lo borra de la mente ni del corazón.

Algunas horas se pasan disfrutando las distintas vistas, jugando a ser niña otra vez,descubriendo culturas, lugares y sensaciones  y queriendo atrapar el sol.

Tampoco podía faltar con mis amigas la bellyfoto para el recuerdo, ya que como soy bailarina, en especial belly dancer, esta foto no podia faltar.

Luego de todo esto, emprendemos el descenso, que sinceramente pensé que iba a ser más fácil, pero nop!!!

Ya que podemos observar el trayecto que tuvimos que hacer para subir, el camino rocoso, el precipicio a ambos lados, el abismo entre otras cosas.

Por lo menos para mí, gracias a la ayuda de nuestro guía beduino “Moishe”, fue mucho más ameno.

Y fue ahí donde me di cuenta la distancia recorrida, el dificultoso camino por el cual atravesé, el despeñadero que tenes al lado y la majestuosidad del monte Horeb.

He aquí mi recomendación:

Jamás suban sin un beduino experimentado en este monte.

La experiencia formidable, completa en todos los sentidos para mí y por sobre todas las cosas un sueño cumplido, porque…….

 

“Porque mereces lo que sueñas”.

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